Un año en Santa Rita

"Este monte es de locos, aquí no hay nada que ver, todo es muy solo. No tengo televisor, no tengo internet, no tengo ni siquiera un puto teléfono donde comunicarme con alguien. La habitación que me dieron es muy bonita pero tengo que desocuparla mañana: Me hacen mucha falta mis amigos, esto es una loquera, espero adaptarme rápido, necesito adaptarme rápido, son apenas las ocho de la noche y ya estoy encerrado en mi cuarto sin nada que hacer. Es patético, todo está lejos de todo, fueron largas horas de viaje y el paisaje es siempre el mismo, llaaaaaaano, algunas zonas más verdes, otras más áridas. Quiero llamar a mi casa y no puedo, a mis amigos y tampoco."

Esa fue mi reacción al llegar a Santa Rita, muy distinta a mi situación actual. Y no se debe a que ya tenga televisión, internet o teléfono, se debe a que me permití vivir esta experiencia y pude darme cuenta que, efectivamente, este monte sí es de locos y por eso pude adaptarme a vivir en él. Fue duro el cambio, pero tuve la oportunidad de conocer gente maravillosa (otras no tanto, pero es parte de la experiencia) y de demostrarme que pude y puedo hacer cosas que no imaginaba que podía. Santa Rita ha sido un coctel de emociones diversas. Ha sido observar las mas hermosas puestas de sol y ha sido sentir que casi me asfixio con el humo de las quemas. Ha sido disfrutar de la lluvia y del reverdecer del llano, y a su vez,  sentir que me muero de un infarto al ver y sentir caer los rayos,  con sus estruendosos truenos tan cerca, que ciegan y ensordecen por instantes. Ha sido entrar en pánico al ver grandes cantidades de insectos a la puerta de mi cuarto y querer gastar grandes cantidades de insecticida para eliminarlos y luego arrepentirme, al ver al día siguiente que, esos insectos que me atemorizan, son realmente el alimento y el sustento de vida de hermosas aves que adornan lo paisajes del llano y que me alegran los momentos de rabia o de pena. 

En Santa Rita también he podido observar que en este mundo aún existe mucha gente inocente. Gente que lamentablemente es manipulada y utilizada por aquellos con poder, bien sea político o económico, para obtener de ellos beneficios personales. También he visto que, a pesar de la pobreza o la ignorancia, la gente no pierde la sonrisa. Pude comprobar que realmente es cierto aquél dicho de pueblo pequeño . . . porque señores, como se riegan los chismes de rápido en este pueblo. También conocí personas que me predicaron tanto con la palabra de Dios, cómo con su ejemplo de vida, logrando acercarme más a Él a pesar de no estar cien por ciento de acuerdo con sus creencias. Conocí a mi amigo Perletta, un viejito bien pintoresco, quien tuvo la tarea de orientarme durante casi todo este tiempo en un idioma al que afortunadamente yo le entendía (una mezcla entre Italiano, castellano y portugués). Me enseño con su experiencia, y lo admiro aún más por el amor que le profesa a su patria (Italia), a sus costumbres, sus tradiciones y al trabajo, porque para hacer bien este trabajo, definitivamente hay que amar lo que se hace.

Les recomiendo que de vez en cuando traten de desconectarse y encontrarse con ustedes mismos. A pesar de escribir hace ya casi un año, el 18 de junio del 2009, el primer párrafo de esta entrada -con la desesperación y las lagrimas que lo hice- hoy, dieciséis, ya casi diecisiete de junio del año siguiente, me doy cuenta de cuan importante y valiosa fue esta experiencia, tanto así, que casi un año después, estoy contándola. Un año después, cuando el gusanito aventurero y loco que tengo comienza a removerme incitándome a buscar una nueva Santa Rita, ¿Cuál será mi nuevo destino?